Corre un aire frío de esos aires que se escuchan pasar entre
los árboles solo de caminar por el lugar. Un parque como muchos de esos que se
encuentran entre las casas y zonas habitacionales de la Ciudad de México.
Lleno de árboles gigantes con amplio follaje que dan sombra cuando hay sol y profunda
obscuridad al atardecer, de esos cuando en la noche se vuelven fríos y misteriosos, un parque rodeado por una pared de
concreto y metales oxidados con musgo de años de existencia donde en las tardes se llena
de niños juguetones, perros y mariposas
pero en la noche no se saben sus secretos.
Suenan las campanas y pasa el cuidador diciendo firme y con
gesto poco amable, ¨Es hora de salir, el
parque se cerrará en unos minutos¨, todos
salen contentos . Pero aquella noche, cuentan que al estar el parque solo, de pronto gritos
aterradores salían de entre las ramas, de entre los caminos y las sombras; de la
nada, una joven gritaba desgarradores alaridos de dolor, los vecinos asustados
llamaban a las autoridades mientras cerraban sus ventanas, el viento soplaba
terror, olía a muerte; sonaba escalofrío que erizaba las pieles e inhibia el aliento.
La pareja aquella había entrado para
nunca mas salir tras el asesino
inadvertido que les seguía con sus cómplices... Las ramas y hasta le viento, guardaron silencio tras ver los
atroces hechos de esa noche, los vecinos se quedaron en sus casas hasta que
cesaron los gritos, llegaron las sirenas
y se hizo nuevamente el silencio.
A la mañana siguiente, el sol pasaba entre los arboles, las ardillas salían de su escondite, las mariposas volaban entre las fuentes , los corredores llegaban , los niños reían, los paseantes respiraban el aire fresco de la tarde sin conocer los sucesos previos.
El cuidador pasó sin avisar y se paró junto a la puerta esperando a que partieran
todos; cuentan que en estas fechas lúgubres el airé chifla y susurra aún los gritos de aquella
noche...
Anniemay.
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